Diez años de un desahucio animal

Eran las nueve de la mañana del caluroso 29 de octubre de 2001 cuando la Guardia Civil realizaba un considerable despliegue a mitad de la carretera San Juan. Escoltaban a responsables de la Demarcación de Costas y a miembros del Centro Canino Parayas, en Cantabria. Los primeros estaban allí para proceder al desahucio del terreno sobre el que se levantaba la perrera de La Xana, situada en las dunas de El Espartal, una nave que daba cobijo a 157 perros que no tenían cabida en el incipiente proyecto de regeneración de aquel espacio natural.
Los miembros del centro canino habían llegado para llevarse a los perros al matadero. Los candados no fueron obstáculo y los operarios caninos comenzaron a hacer su trabajo. Todo marchaba según los previsto hasta que Beatriz González, una de las voluntarias que atendían la perrera, dio la voz de alarma. «Pasaba por allí camino de mi trabajo, y vi todo aquello», recordaba ayer, diez años después de aquella fecha de triste recuerdo para los amantes de los animales.
Minutos después llegaron los propietarios de la perrera y más voluntarios con ánimo de impedir el cierre de la instalación y sobre todo, el sacrificio de los animales. Hubo tensión. «Los metieron en jaulas, hacinados, con mucho calor y sin agua. Además, debieron de coger alguno a la fuerza, porque tenían sangre en las patas», recuerda Beatriz González». Los políticos no tardaron en llegar, «sólo para hacerse la foto».
El camión partió finalmente con su carga rumbo a Cantabria, seguido de miembros de La Xana. Al llegar a Cabezón de La Sal, consiguieron detenerlo. La desesperada lucha se libró hasta que, ya bien entrada la tarde, cambió el destino de los perros. El camión dio la vuelta y puso rumbo hacia Colloto, donde una mujer, Blanca, había accedido a acogerlos temporalmente en su finca, donde ya tenía 110 perros. Llegaron allí de noche, agotados pero vivos. En cuanto a la perrera, fue demolida ese mismo día.
Hoy, diez años después, algunos de esos perros continúan en la misma finca de Colloto, convertida en una perrera privada que se mantiene gracias al tesón de su propietaria y de un puñado de voluntarios y entidades colaboradoras. Subvenciones, ninguna.
Lo que no ha cambiado es la situación de los perros abandonados de Avilés y su comarca. No hay perrera, pese a que con la Ley en la mano, debería haber una por cada 50.000 habitantes. «Los políticos que tanto se movilizaron y tanto se comprometieron no han hecho nada, y muchos siguen ahí. Si la situación de los perros abandonados no es aún peor, es gracias a personas como Blanca. Yo tengo 23 en casa», concluye Beatriz González.

http://www.elcomercio.es/v/20111030/aviles/diez-anos-desahucio-animal-20111030.html


La imagen de Beatriz González abrazando a 'Cigüe' , captada por Rafa González y portada de LA VOZ el 30 de octubre de 2001, refleja los sentimientos vividos la víspera. Removió conciencias -La Xana recibió numerosas llamadas de España y del extranjero de personas ofreciéndose a acoger a los perros- y simboliza la lucha que mantienen los protectores de animales en demanda de una perrera. 'Cigüe' murió el año pasado.

Cigüe murió el año pasado en casa de Blanca, que no dudó en llevársela con ella cuando la salud de la perra ya no aconsejaba su estancia en el albergue. Y tuvo el cariño y la atención de muchos otros voluntarios durante todo el tiempo que vivió en la Pontiga.

Leer este artículo me ha traído a la memoria escenas muy duras y la sensación que tenía entonces de que era imposible sacar adelante a todos aquellos perros que habían sido abandonados una y otra vez, no sólo por sus dueños, sino por el ayuntamiento y por quienes les habían atendido hasta entonces.

Sin embargo, aunque la situación de la Pontiga sigue siendo muy límite diez años después y el nivel de extenuación de Blanca es mucho mayor, si cabe, que entonces, es muy alentador vivir jornadas como la de ayer en la III Carrera Popular con Perro en el Asturcón. Nunca imaginé que diez años después, no sólo habríamos conseguido sacar adelante a todos aquellos perros, dar en adopción con garantías a muchos de ellos y proporcionar una muerte digna a aquellos a los que les llegó su momento, sino que también habríamos agrupado a un montón de voluntarios con el suficiente entusiasmo, ganas de trabajar, espíritu de sacrificio y capacidad de compromiso para seguir sacando adelante este "milagro" que es Masquechuchos.

Así que aprovecho, diez años más tarde, para dar las gracias en primer lugar a Blanca, sin la cual nada de esto sería ni remotamente posible y en segundo lugar a todos y cada uno de los voluntarios que con vuestras ideas, aportaciones, trabajo y sacrificio, ayudáis a que esto siga adelante.